Yo ví el espectro
de John Lee Hooker
deslizándose
por el inefable tobogán
de la Nada.
Mis penas
pendían ahorcadas
de la bóveda celeste.
Nada de lo posible me era ajeno:
paseaba por entre la infancia de
la Humanidad.
Habiéndome sido dada
una solución provisional
del Gran Jeroglífico,
me aterrorizó en tal modo,
que devolví el rompecabezas
al mediador del dueño.
Y no hallé cosa
en que poner los ojos
que no fuese
recuerdo del olvido.
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