viernes, 19 de diciembre de 2014

NOSOTROS


Ovidio Dios es un nombre temido en vano, porque no es algo real y, si
hay un dios, seguro que le gustan las chicas armoniosas y ardientes.
Los dioses tienen ojos y corazón como los hombres. Si yo fuera dios,
dejaría que las mujeres me engañaran con ojos mentirosos.

Marlowe Cuando apareció mi “Doctor Fausto”, mis contemporáneos dijeron que era mi autobiografía y que yo había vendido mi alma al diablo. Es cierto que me gustaba blasfemar, era un ateo de corazón y cuando bebía una copa de más, decía, sin cortapisas, lo que se me pasaba por la cabeza. Me acusaron de haber dicho que Cristo no era hijo legítimo, que su madre era poco casta, que los milagros de Jesús eran humo y que Juan era algo más que su discípulo favorito.

Dios es el colmo de la ignorancia,
está muy verde y se nota,
y, claro, como no ha podido con la primaria,
el universo va dando tumbos.
Y es no hay nada peor
que un chupatintas incompetente,
a cargo de una multinacional
que se llama cosmos ESE A.


El, tan tranquilo,
comiéndose a Magdalena,
en vez de preparar la bronca
ganada a pulso por el cabrón de Pío XII,
hediondo cómplice de los nazis
en el exterminio atroz de judíos y gitanos.

¡Claro! Por eso les parece
tan normal el monstruoso abuso
en sórdidos jergones de los santos inocentes.

¿Qué psicópata, detrás de lo que
los sectarios y fanáticos llaman Dios,
mueve los hilos de esta purulenta trama?

Dios ama la belleza perversa
y si no que le pregunten al pobre San Sebastián,
antes de ser bahía y chuletón.

Dios quiere contarnos historias
recién salidas del horno de su negro corazón,
ha inventado el graznido de los cuervos,
y el virus de la avaricia.

Inventó los seminarios, 
palabra  de origen medieval y germánico.
Era tal la energía vital
 de los bárbaros seminaristas,
que aquello se ponía perdido
de un arroyo de salvajes fantasías,
que empezó a ser conocido como semen ario.
De ahí el vocablo semi-nario.


Surge entonces Lucifer,
y le replica con tino, no exento de poesía.
“Yo sí que soy divino:
soy una yegua que galopa a todo trapo
por las praderas del tiempo;
soy una alfombra mágica
volando por parajes
qué están aún por inventar;
soy un velero navegando a todo trapo
mientras se muere de risa.

Y es tan dulce Lucifer,
que si te acaricia el hombro,
no sabes a ciencia cierta,
si es tu novia quien te arrulla
o es la brisa demorándose en tu cuerpo.

Y, para terminar, una confidencia,
amigos de Libertad ,
,bueno, y del libertinaje,
yo soy sólo una ocurrencia
que tiene el de arriba
cuando, borracho perdido,
busca con quien pelearse.