Cuando me ofrendas tus problemas.
Con espontáneo desdén no anticipado,
yo suelo responderte: “¡no me jodas!”
Cuando te brindo mis manías de grandeza,
elaboradas con todo lujo de detalles,
tú sueles responderme:”¡no me jodas!”
Cuando te niegas a joder, para joderme,
calcando la estrategia del abstemio,
yo suelo responderte “¡no me jodas!”
Cuando te paso la factura intacta
por todos los disgustos que me has dado,
tú sueles responderme: “¡no me jodas”
Yo te propongo un trato, vida mía,
mi dulceamarga, alegretriste maga:
¿Por qué no acumulamos
tan muchos nomejodas
en un armario viejo,
propicio para el caso?
¿Y nos hartamos a joder
hasta el ineludible instante,
en que en España
empiece a amanecer?
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