sábado, 30 de agosto de 2014

La lluvia



Llueve, llueve desesperadamente

sobre los alcornoques de mi infancia,

debe de ser una conspiración

para que se despierte el arco iris.



Tras la prisión de un pozo

aspiro a ser un río

nutrido por los manantiales

que se prodigan en todo acto de amor.



Estos días de lluvia

son tiernamente propicios para la mirada,

para sacar a pasear el fuego

o darle la palabra al cuerpo.



Cuando quisimos darnos cuenta

estábamos lloviéndonos a mares.

Desde lejanas estancias escuchamos

gritos de rebelión y aplausos.



Reconciliado con el universo,

viendo que todo me reconocía,

me eché a llorar con rabia

en brazos de mi propia alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario