sábado, 30 de agosto de 2014

El tiempo de los duraznos



Hace tiempo que quiero contártelo todo:
debe de haber cien mil colores
que el ojo sólo roza con su torpe mano,
pero es inminente el tiempo de los duraznos.

La rosa no percibe lo que le dice la higuera,
pero se nota luz de dicha en los sarmientos
y la pasión por aprender del asteroide
porque se acerca el tiempo de los duraznos.

Deslizo mi trineo por la nieve de un martes
y alterado por la locura de la resignación
le pido a un dios desconocido
que llegue al fin el tiempo de los duraznos.

Nado entre brasas tratando de guardar mi ropa,
tengo que ser la nota de alguna partitura,
la nota a pie de página de algún libro enigmático,
el perfume glorioso que irradian los duraznos.

Cuando mi corazón se vuelva a transformar en un velero,
cuando púberes vuelvan días de vino y rosas,
sabré reconocer con júbilo mi sino:
habrá llegado el tiempo de ser un durazno.

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