domingo, 31 de agosto de 2014

Mi cama


Ciertamente tú y yo debemos de felicitarnos

Por el dudoso placer de habernos conocido.

Tú me has proporcionado cumbres de efímero deleite

Y yo te he dado cuerpos para desvencijarte.



Debo admitir que, más allá de vino y rosas,

ha habido noches de insomnio minucioso

en las que estoicamente has aguantado

el desquiciado recuento de todas mis amantes.



Y me has servido de escalera al cielo

cuando leyendo algún poema memorable

no encontraba postura digna para merecerlo.



Por ser tan discreta, amiga, gracias.

Gracias también por todos tus gruñidos.

Y cuando llegue el día del último viaje

y esté el chamarilero a punto de partir,

recuerda que te hice este sentido panegírico

que ya figura, por derecho propio,

en todas las antologías de poemas al catre.

Dios quiera que tu canto del cisne,

tardándote mucho tiempo en llegar,

se entone mucho antes que el mío.

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