Ciertamente tú y yo debemos de felicitarnos
Por el dudoso placer de habernos conocido.
Tú me has proporcionado cumbres de efímero deleite
Y yo te he dado cuerpos para desvencijarte.
Debo admitir que, más allá de vino y rosas,
ha habido noches de insomnio minucioso
en las que estoicamente has aguantado
el desquiciado recuento de todas mis amantes.
Y me has servido de escalera al cielo
cuando leyendo algún poema memorable
no encontraba postura digna para merecerlo.
Por ser tan discreta, amiga, gracias.
Gracias también por todos tus gruñidos.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté el chamarilero a punto de partir,
recuerda que te hice este sentido panegírico
que ya figura, por derecho propio,
en todas las antologías de poemas al catre.
Dios quiera que tu canto del cisne,
tardándote mucho tiempo en llegar,
se entone mucho antes que el mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario