sábado, 30 de agosto de 2014

Colliure



Tan sobrio tú
descansas para siempre
mecido por la luz radiante del mar de los helenos.

La carretera serpenteaba
por la feracidad insultante de las vides
que pueblan la cornisa, 
que lleva al milagro luminoso de Colliure.

La tumba era sencilla y sobria
como tú,
había recuerdos de escolares españoles,
y, al lado, la tumba de tu madre
que te sobrevivió tres días tan solo
y flores y macetas
y el verso amable que habla del último viaje
y olmo viejo hendido por el rayo
rondándome la cabeza.

Ahora Colliure está lleno de yates,
de villas, de cuerpos bronceados
en salsa bullabesa,
y todo eso contrasta enormemente
con tus días azules, con tu sol de la infancia.

“Ciudad hermanada con Soria”,
olmos del Duero
que quieren abrazar
a los voluptuosos cipreses
de este plácido mar Mediterráneo.

Ante tu tumba, don Antonio,
estoy llorando,
son lágrimas que se incorporan
a ese aluvión humano
que hace semanas ya,
desde España se viene arrastrando,
huyendo de la quema del triste tirano.

Hace muchísima luz hoy en Colliure,
el cielo está infinitamente despejado
y fluyen en mi sangre tus versos hermanos.

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