viernes, 26 de septiembre de 2014

Pesadilla



La chica del telediario me mira
y yo la miro a ella,
nos encontramos bien entre verdugos.

Mis pobres gemelos tenían cinco meses,
cayeron  en una guerra virtual en la que
dos gemelos caían en una guerra virtual.

Sé que he de morir ahogado
en un barril de vino barato.
De esto hablan los poetas,
cuando mendigan migajas de alegría
para engañar a la omnipresente melancolía.

Yo ya he muerto cinco veces y
el autobús terminal
me ha llevado de vuelta cinco veces
a la terminal de autobús.
¡Qué alegría
volver a descubrir la vida!

Otra vuelta de tuerca
en la fábrica de la cama,
otra vuelta de tuerta
echándome el mal de ojo.

Vivo en un vaso de agua,
llueve a raudales,
tormenta en un vaso de agua.

Alguien me levanta la tapa de los sesos
y me la va rellenando
con mis fantasías más insospechadas.

Te amo con una suavidad infinita,
te odio y te detesto mucho más.
Abismo, volcán, cucaracha rezumando babas.

Salgo de excursión a Alcampo
a coger comida basura,
aquello es un fétido ring de boxeo
donde proliferan los ganchos
y los directos al mentón.

De repente, aparece un individuo con una pinta siniestra
que dijo venir de Praga y llamarse Franz Kafka,
que empezó a hablar con voz parsimoniosa:


“Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño
intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.
Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar
un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco.
Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su
tamaño,  vibraban desamparadas ante sus ojos: ¿Qué me ha ocurrido?
pensó. No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, si
bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto
conocidas.

¡Vaya nochecita! pensó José Miguel.
¡No  se deben comer pies de cerdo por la noche!
¡Quién pudiera estar en Libertad!

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